Cada temporada, el número de especies y ecotipos distribuidos aumenta, ya que, en la mayoría de los casos, probamos y ajustamos la genética de las variedades recibidas durante un proceso que dura entre un mínimo de uno y un máximo de tres años. Un año cuando las semillas provienen de asociaciones reconocidas que aplican técnicas para prevenir la hibridación, o semillas con productos que demuestran ser particularmente estables genéticamente. Dos años cuando se requiere una mayor selección para mejorar o estabilizar la genética. Tres años cuando las semillas recuperadas son escasas, los productos son poco estables y se requiere una mayor estabilización. Rara vez superamos los tres años, ya que significa que la hibridación es tan severa que se han perdido las características principales por las que se seleccionó el ecotipo. Atención, la morfología del fruto o baya no es suficiente; también debemos analizar las demás características por las que se seleccionó el ecotipo: la estabilidad de los productos que el cultivar produce de generación en generación. En resumen, tener una calabaza hermosa, morfológicamente compatible con el ecotipo, sin haberla polinizado manualmente ni respetado las distancias, no significa en absoluto que no esté hibridada.